Para hablar de renaturalización urbana, es necesario comprender que el crecimiento de las ciudades, como las conocemos, es un proceso complejo. De acuerdo con Pirez (2013) la urbanización corresponde a la instalación de un conjunto de inmuebles, servicios e infraestructura necesaria para que la población pueda realizar actividades relacionadas con la educación, el trabajo, la salud, la recreación, el esparcimiento, entre otras, que terminan transformando el entorno natural en uno urbano. Este proceso inició en ciudades como Londres, París y Nueva York a principios del siglo XX, como consecuencia del crecimiento industrial y comercial que atrajo a miles de personas a establecerse en estas urbes. Como resultado, actualmente el 56% de la población mundial vive en zonas urbanas y, de acuerdo con el Banco Mundial (2023), para el año 2050 esta cantidad aumentará casi al doble. Si bien las actividades que se realizan día a día en las ciudades contribuyen al 80% del PIB mundial, la conectividad, el acceso a la información, atracción de talento e inversiones, también generan entre el 60 y 80% del consumo de energía y el 70% de las emisiones de dióxido de carbono (ONU Hábitat, 2016), lo cual está estrechamente relacionado con el cambio climático. En otras palabras, el crecimiento de las ciudades tiene relación directa con algunos desastres naturales, los cuales son consecuencia de este cambio climático. En los últimos años, se han registrado en nuestro país una serie de eventos como incendios forestales, sequías históricas en estados como Michoacán, inundaciones graves en el Estado de México, Jalisco y Chihuahua, desbordamiento de ríos en Hidalgo (El País, 2021) y uno de los más recientes, el huracán Otis en Guerrero, que pasó de tormenta tropical a huracán categoría 5 en solo 12 horas (NHC, 2024). Torreón no es ajeno a los efectos negativos del cambio climático, ya que registra un aumento de la temperatura media de 1.46 °C en los últimos 50 años y se ha visto impactado con precipitaciones extraordinarias que han ocasionado inundaciones, las cuales han afectado la calidad de vida y el patrimonio de muchas familias (SinEmbargo MX, 2018). El crecimiento de las ciudades inevitablemente implica un desgaste en el entorno natural que, a su vez, repercute de forma negativa en los asentamientos humanos. Por lo tanto, es primordial que los procesos urbanos vayan de manera conjunta con la integración de elementos naturales, para retribuir el impacto generado. Es por esto que la renaturalización de las ciudades busca la extensión de espacios vegetales y naturales en el entorno urbano, contemplando que estos espacios deben conformar sistemas y redes que trabajen de forma colaborativa, creando ciudades sanas, equitativas y equilibradas. Algunos de los objetivos de la renaturalización urbana incluyen, proteger y conservar el patrimonio natural, restauración de los ecosistemas, gestionar el equilibrio de los procesos naturales y urbanos y crear un nuevo modelo de ciudad integral ajustándose a los recursos naturales y económicos (Alonso N. et.al., 2018). En el caso de nuestra región, existe una amplia variedad de vegetación, entre árboles, arbustos, enredaderas, flores y cubresuelos que pueden contribuir a la renaturalización de nuestra ciudad. Además de lo anterior, pueden proveer de diversos servicios como combatir el efecto isla de calor, contribuir a la infiltración de agua y reducir el calor que retiene el pavimento y el concreto. Al bajar la temperatura, también se reduce el uso de ventiladores y aires acondicionados, por lo que se produce un ahorro de energía. Aunado a esto, las plantas son capaces de captar el dióxido de carbono, uno de los gases que más favorece al cambio climático. Dependiendo de sus características, la vegetación también es capaz de mitigar la radiación solar, reducir los fuertes vientos, controlar la humedad, así como minimizar el ruido, mejorar la percepción de los espacios y emitir fragancias agradables para mejorar el entorno de la población. Al instalar jardines y áreas verdes, se recuperan los espacios que fueron alterados por el crecimiento de la mancha urbana. Sin embargo, para obtener el mayor aprovechamiento de la vegetación, es importante incluir a esta densificación espacios como vialidades, camellones, banquetas, glorietas, y espacios públicos y privados. En conclusión, en la actualidad no se puede contemplar un desarrollo urbano sin la integración del medio natural. Esta vinculación es tan importante que el marco jurídico mexicano como la Ley General de Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente (LGEEPA), la Ley General de Cambio Climático (LGCC) y diversas reformas a la Ley General de Asentamientos Humanos Ordenamiento Territorial y Desarrollo Urbano (LGAHOTDU) resaltan la importancia de este proceso. Es por eso que el IMPLAN Torreón ha desarrollado diversos instrumentos como el Inventario Municipal de Emisiones de Gases y Compuestos de Efecto Invernadero de Torreón (IMEGyCEI), el Manual de Infraestructura Verde, el Atlas Municipal de Riesgos de Torreón, así como diversos estudios y propuestas para lograr una convivencia sana, equilibrada y duradera con nuestro medio ambiente.
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